Siempre he creído que a la montaña se le respeta, quien no lo hace lo suficiente le sucede una de dos cosas: o una desgracia o no la disfruta ni tantito. No es para todos y no a todos les da lo mismo.
"Camping en las faldas del Izta + fotografía", así me lo describió Jorge en un correo electrónico, pensé que sería el fin de semana clásico del año en que nos ponemos mochila al hombro y nos lanzamos tratando de encontrar un poco de consuelo en regresar a esos días, pero esta experiencia supero mis casi nulas expectativas.
Llegamos un poco después de oscurecer, me decepcione un poco al saber que llegaríamos en coche y no caminando hasta el albergue pero después entendí porque. Este fin de semana tenia varios detalles, la entrada del frente frio no. 26, Luna Nueva e incluía a un fotógrafo aficionado de la fotografía nocturna, Tochimani, además de la Nikon un poco desaprovechada (hasta el momento) de Jorge.
El albergue estaba lleno, el dato curioso es un defeño que no iba a poder hacer su ascenso porque un oriental (japonés creo yo) que iba en su grupo cerró su camioneta con las llaves y todo su equipo de montaña dentro. Se emocionó un poco al ver las fotos de Tochimani, sacó su cámara y dijo "Si no voy a hacer cima al menos voy a aprender a tomar fotos" pero al final no nos acompaño, se durmió alrededor de la 1am cuando sus compañeros emprendieron el ascenso y mientras nosotros regresamos al albergue a tomar un café para calentarnos.
Las siguientes horas después de cenar hasta pasado el amanecer (con interrupción de unas tres horas que me dormí) se paso el tiempo disparando fotos. Nunca he tenido una cámara profesional pero siempre he sentido una pasión en especial por ello y desempolve la poquita teoría que hace un par de años aprendí. Jorge amablemente me compartió su cámara para poder hacer mis propias fotos, tuvimos de modelos nada mas y nada menos que a las tres montañas mas altas de México, las estrellas formando constelaciones, los árboles, las sombras de las plantas lejanas, las luces de la ciudad, nosotros mismos. Durante el amanecer tuvimos una montaña para donde fuera que volteáramos, incluida la Malinche.
Tenía tanto que no veía nacer el sol. Fue un tiempo y espacio que me causo tanta admiración, sobre todo por que uno se acostumbra a la presencia del Popocatepetl y la Mujer dormida como parte de la postal cotidiana, pero estar ahí, entre ellos, escuchándolos observándolos desde otras perspectivas y también a través de un lente es algo que me conmovió de manera extraordinaria.
El frío fue bastante respetable también, a pesar de lo bien abrigada que estaba (con excepción de los pies) me calo hasta los huesos. Incluso al día siguiente, ya debajo de mis cobijas, sentí sus efectos en los dedos de mis manos.
La naturaleza tiene una forma muy peculiar de hacerte sentir pequeña e inmensa al mismo tiempo.
Réquiem
Mi próxima compra aplazada eternamente y obligada: mis botas de media montaña. Porque esto no se queda aquí.
Al despedirse Jorge me dijo, -gracias por hacer estas locuras conmigo. No se exactamente
que le contesté pero en mi mente había algo así como -¿Estas loco? Gracias a ti. Si no fuera por ti no sé como llenaría este huecote del alma que solo estas escapadas llenan. Y sí, gracias Jorge por tanta experiencia que hemos pasado juntos, por tantos años de peculiar amistad.
Va también por una cámara Canon Rebel caída en batalla hace tiempo (por decirlo de alguna manera), pensé en la cantidad de fotos que se hubieran tomado con ella este día. Ojala que regrese a sus manos pronto aunque sea en otra forma pero con la misma complicidad.
Por las personas en las que uno piensa cuando solo se escucha el silencio.
(No crean que somos tan malos fotógrafos, estas son de mi celular)
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