viernes, 21 de febrero de 2014

Sobre algo que no sé como titular




Desde hace semanas hay un pensamiento que me esta taladrando por momentos la cabeza, usualmente, no sé si a forma de consuelo o ánimo, solemos decir y decirnos a nosotros mismos que lo mejor siempre esta por venir, que si estamos pasando por un momento difícil es porque siempre habrá mejores y que si después de la tormenta llega la calma, (aunque calma es solo eso, calma), pero ¿necesariamente es así? como si la vida fuera una ecuación lineal, y ¿que tal si lo mejor simplemente ya paso? Ya se fue. 

Juro que estas cuestiones no son resultado de estar estacionada en el drama, ni tampoco autocompasión o autoconvencimiento de infomercial nocturno, ni mucho menos crisis de los últimos veintitantos, porque a pesar de no ser el mas pleno, estoy transitando por un momento bien interesante de mi vida, tanto, que me esfuerzo todos los días por ponerme a la altura de este momento en que vivo, por darme cuerda para poder llevarle el paso, un momento el que los esfuerzos del pasado empiezan a dar frutos, en el que el universo de posibilidades sigue siendo enorme, en el que me siento en armonía como nunca con la imagen que veo en el espejo todos los días, en el que reconozco a las personas que escogí para ser amigos, pero también es un momento en el que acepto profundamente mi naturaleza humana, torpe y egoísta. Una naturaleza que no ha cuidado suficiente bien lo que ha amado, e incluso (por algún tiempo), el amor propio.

Creo que todo empezó cuando a principio de año en busca de respuestas o consuelo (o como cuando un católico recurre a rezar a la iglesia) leí el libro de Rosa Montero, ese con el título arrollador (por el que creo que lo elegiste o te eligió). Podría escribir un post por cada día de la cantidad de coincidencias, frases, e ideas que encontré con la Montero y la misma Curie (y eso que ellas escriben de personas que no solo ya no estaban en su mundo, si no que ya no pertenecen a la tierra), fue un libro que me aniquilo en cada hoja que leí, pero aún así, como acto de transgresión a mi misma, lo terminé (desarrolle un apego extraño por esas letras que espero se me quite pronto que a veces releo fragmentos, como si me fuera a decir algo más). En una de sus páginas y haciendo conjeturas, con esa particular forma de mirar hacia atrás, escribe la Montero: "¿podemos estar viviendo en el mejor momento de nuestras vidas y no darnos cuenta? ¿Estaremos desaprovechando la Felicidad?"

Fue mas bien como una epifanía, un destello, una conclusión, no lo sé, o una simple pregunta de la que por supuesto no tendré la respuesta: ¿Y si lo mejor ya paso? ¿Y si lo que viene es bastante bueno pero no le llega ni a las rodillas a las experiencias ya vividas? Y hablo de todo, del completo abanico de pilares de la vida. De mi vida. 

Y entonces viene otro pensamiento en este mismo tren: Saber ser feliz es un conocimiento complicado. Es ambiguo, subjetivo y relativo. ¿Cual es mi definición de la felicidad? 

Me reconozco totalmente feliz hacia atrás en muchos momentos. no quiero numerarlos porque me quedaría corta pero sí me recuerdo feliz aún con los miedos. La felicidad no puede tocarse, pero las cosas con la que la relacionas si. Recuerdo almohadas ajenas, ventanillas de asientos de avión, metas de maratón, bicicletas, películas, vistas compartidas. Si, es difícil definir la felicidad. Es mucho mas fácil distinguirla cuando temporalmente se ha ido. 

Me queda claro que a pesar de ser interesante este que transito no es el mejor momento de mi vida, es bueno pero le hace falta algo que no me deja disfrutarlo a gusto, eso al menos si puedo reconocerlo, y a pesar de la premisa de este post quiero pensar que esta sensación no será permanente, que no se han agotado las posibilidades. Entonces me hice una promesa a mi misma: la próxima vez que en un momento, por muy fugaz que este sea, vuelva a sentir que no me hace falta nada, que lo que esta alrededor, sea lo que sea, es todo lo que necesito, entonces lucharé ferozmente por cuidar ese statu quo y prolongarlo.  Y seré simple. 

Filosofía de banqueta. 
Cuando un libro se convierte, no solo en mi consuelo, sino en un detonador de emociones, entonces puedo entender la fe que mi madre profesa por la imagen de un Dios que no puede ver. Y lo respeto profundamente. Yo no tengo a ese Dios tan presente, pero la tengo a ella para recordarmelo aunque yo me aferre a otras cosas para sobrevivir, como a las letras.


"…no te recuperas nunca, ése es el error: uno no se recupera, uno se reinventa."

miércoles, 12 de febrero de 2014

De elecciones



"Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio."