Este post lo escribí hace algunos meses, un poco antes de octubre, cuando casi lo único que había en mi cabeza eran 42km por delante. Es casi una confesión y un manifiesto de resistencia. Lo publico hoy porque algún día quiero escribir esa crónica y no puedo saltar ahí sin estas letras.
Llevo algunos meses entrenando para mi primer maratón y el camino ha resultado ser toda una experiencia, seguro que el día que suceda será inolvidable, pero inolvidable tambien es el viaje que me lleva ahí. Tiene muchos matices, uno en especial muy personal que no tocaré en este momento, pero plantearte el objetivo y levantarte todos los días con eso en la cabeza no es nada fácil.
Hay algo que me siento con la obligación de confesar, sobre todo porque estoy rodeada de gente tan entusiasta que encuentra en correr su forma de vida: Hay días que simplemente yo no amo correr. Si, así, hay días que definitivamente no amo correr. Días en que prefiero una butaca del cine o un café, una cerveza. Días que me da pereza meter los tenis en una maleta y lo dejo al último momento, días en que he deseado que empiece a llover, días en que simplemente no tengo ganas, no quiero, no amo correr.
Necesitaba confesarlo porque me empezaba a hacer ruido no vivir para correr, ni planear todos los días alrededor de un horario de entrenamiento o del acumulado de kilómetros de la semana y por no sentirme en sintonía a veces con el resto que puede interpretarlo de mil maneras y quizá me adjudique muchos (no tan deseados adjetivos) pero eso no signifique que no desee con todas mis fuerzas cruzar esa meta y que no ponga mi esfuerzo en ello, y estoy convencida de que lo lograré y que lo disfrutaré enormemente, porque me hicieron muy feliz los pequeños logros que he conseguido, esos que cuestan pero que no desbalancean, al contrario, me alimentan el día y el alma, así despacito como yo lo vivo.
Hay días que no amo correr. Y me sienta bien no amarle tanto, es como a esa persona que le amas con todo y sus defectos que te hacen odiarlo al mismo tiempo. Sin idealizar, real. Y qué feliz me esta haciendo.